Teenage dream: el ejercicio de vestirse x Julia Cahen d' Anvers


"Éramos nosotras haciendo realidad nuestros juegos de chicas, armando nuestra casa de muñecas a imagen y semejanza de nuestros fetiches más actuales".
-- Julia Cahen d' Anvers

❤❤❤



A Luna la conozco desde que nací. Somos primas hermanas y desde que tengo memoria estuvimos una al lado de la otra. Es la persona con la que más jugué en mi infancia y más tiempo pasé creando y desplegando universos de fantasía. Esos años inaugurales de mi creatividad – y no dudo, de la suya – despertaron un fanatismo en mí por las puestas en escena y las historias que se contaban con el cuerpo.




Dibujar días enteros, jugar con nuestras Bratz, disfrazarnos, armar casitas con almohadas, montar shows para nuestros papás; no existía el tiempo en esas tardes eternas: solo la sensación de que todo era posible si lo imaginábamos juntas. Nada nos parecía ridículo. Nada era demasiado. Era jugar como una forma de vivir, de probar mundos.


 


Toda esa potencia creativa que gestamos de chiquitas hoy se traspola en cada rincón de nuestra vida personal. Y les cuento de Lunita —haciéndole honor a mi compañera eterna y creadora de universos terciopelo.



Mi prima es una chica nostálgica, eso es evidente. El pasado, para ella, es una tierra fértil desde donde germinan nuevas formas de imaginar. No es casual que su marca esté poblada de guiños a su niñez y adolescencia. Pero la potencia nostálgica que brota de Luna es transformadora.





Luna es una chica luminosa, inquieta, camaleónica. Si ustedes tuvieron la suerte de ver el primer pop-up de Luna, entienden de qué estoy hablando:

Lunares, pompones, papel barrilete, moños, pelucas, hebillas y cotillón montaron el escenario perfecto para desplegar un universo soñado.


Creó para sí, para su círculo íntimo y amigas de la marca una casa de juegos para armar looks y desfilarlos.

Armó una pasarela de papel a lunares y todas caminamos entre música pop y champagne.





Pero el espíritu fashion no vive solo en sus pop ups: la fantasía está siempre.
Luna convierte la ropa en un ejercicio diario para activar la sensibilidad creativa. Vestirse se vuelve para ella y para nosotras una manera de performar la energía que queremos transmitir a nuestro entorno, una manera de montar un juego serio y real.

El ejercicio de vestirnos todos los días, de armar looks, de buscar satisfacer a esa chica deseosa de conocer y mostrarse. Y llamo a esto un ejercicio porque considero que vestirse es una práctica que se entrena y se afina a medida que nos comprometemos con aquello que queremos desplegar. 


El estilo es una forma de intervenir la realidad. De tensarla un poco. De alterar su lógica con gestos mínimos: una camisa de loropiana, un accesorio fuera de lugar, unos tacos preciosos. Vestirse en este sentido es montar una escena, todos los días. Una especie de ficción íntima en la que se prende el deseo, la ironía, el humor o el capricho.






Se trata de entrenar la mirada. Afinarla. Registrar cómo algo tan simple como una prenda puede modificar el ritmo de una mañana, la forma en que nos movemos, incluso la manera en que nos vinculamos.

Ese entrenamiento tiene recompensa: cuanto más jugamos, más recursos aparecen.
☆☆¿No les pasa que, con tan solo ver una prenda, un color, un accesorio, su cuerpo se vuelve adrenalínico? ☆☆
A Luna le pasa todo el tiempo, estoy segura. Se lo veo en la cara todos los dias en el trabajo, y también en su casa cuando nos vestimos antes de salir o caminamos por la calle cuando viajamos. Y creo en parte que desde ese lugar se motorizan sus deseos.
Luna intuye, y a partir de ello, crea. Crea prendas, looks, universos.
Y ahí está lo interesante: armar un look se transforma en una potencia. Una posibilidad diaria de distorsionar la realidad apenas, para que se parezca un poco más a lo que nos gustaría que fuera.



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